viernes, 24 de agosto de 2012

Lasagna de Berenjenas

LASAÑA DE BERENJENAS   


   Ingredientes :

1 berenjena grande
1 taza de salsa de tomate fresca
120 g (4 ½ oz) de queso Mozzarella
2 cucharadas de queso parmesano
Aceite vegetal
Sal
Pimienta 

Salsa de Tomate:
Sal
2 a 3 tomates (dependiendo el tamaño), pelados, sin semilla y picados
1 cucharadita de aceite vegetal
1 diente de ajo
Pimienta
   Preparación:


Cortar la berenjena en rodajas, echarle sal y dejar reposando por 2 horas para quitarle el sabor amargo.

Lavar y secar las rodajas de berejenas y dorarlas en una sartén con muy poco aceite vegetal.

Armar la lasaña usando la berenjena como si fuera pasta. Intercalar la berenjena con la salsa de tomate y el queso Mozzarella.

Terminar con queso parmesano encima.

Hornear en horno de 350°F (180°C) durante 35 a 40 minutos.

Calorías 544.53
Proteínas 37.07 gr.
Grasas 33.88 gr.
Carbohidratos 26.75 gr.

Salsa de Tomate:
Saltar los ajos en una olla con un poquito de aceite. Agregar el tomate y dejar cocinar a fuego lento hasta que el tomate se deshaga. Sazonar y emplear en la lasaña.

viernes, 22 de junio de 2012

Madres de Verdad

Picture Ser madre es muchísimo más que tener un bebé. Para criar un niño y realizar todo el trabajo que ello implica hay que ser una madre de verdad. Es una labor que exige plena dedicación. La maternidad es lisa y llanamente trabajo arduo. Sin embargo, nunca se aprecia a las mamás como se debe. Quienes nunca se han puesto en su pellejo simplemente no se dan cuenta del trabajo que cuesta. Exige gran fe y, como se dice, arrimar el hombro.  Aun con las comodidades de la vida moderna, que alivian mucho el trabajo de llevar un hogar, criar niños es una tarea de jornada completa.

La labor de una madre exige la fuerza de Sansón, la sabiduría de Salomón, la paciencia de Job, la fe de Abraham, la perspicacia de Daniel, y el valor y la habilidad administrativa del rey David. David era un luchador, y para ser madre hay que tener espíritu de lucha. Por si fuera poco, también se necesita el amor de Dios, de eso no cabe duda.

El trabajo de una madre es prácticamente el más importante del mundo. Las madres de la próxima generación labran el futuro. El mundo del mañana lo modelan las madres de hoy, según la educación que brinden a sus hijos.

Los niños nos llevan a tomarnos las cosas en serio y nos estimulan a conducirnos bien y a hacer el bien, a darles buen ejemplo y a instruirlos en el camino en que deben andar. Nos damos cuenta de la gran responsabilidad de tener la vida de un niñito en nuestras manos y del hecho de que se va a convertir en lo que nosotros hagamos de él. Por eso es posible que la última y mayor influencia que recibamos en la vida provenga de nuestros hijos.

Los psicólogos dicen que los niños aprenden más en los cinco primeros años de vida que en todo el resto. Esos primeros años son, pues, importantísimos. No podemos esperar hasta que hayan cumplido esa edad para iniciar nuestra labor educadora. Todos y cada uno de los días que van pasando son importantes. Los padres no solo tenemos la obligación de velar por que nuestros hijos coman y duerman bien, gocen de buena salud, tengan ropa y estén protegidos, sino también por que reciban formación y enseñanza, estímulo mental e inspiración espiritual.

Vuelvo a insistir en lo importantes que son los niños para el futuro, y en lo primordial que es la labor de una madre. Dios bendice a toda madre que se entregue por entero a esos preciosos obsequios que Él le ha dado por la eternidad: sus hijos. Es más, sin duda la bendice a diario por medios que los demás ni siquiera pueden imaginarse.

Instruye al niño en el camino correcto y aun en su vejez no lo abandonará (Proverbios 22:6). Cuando hayan crecido, tus hijos se sentirán agradecidos de haber tenido una madre de verdad.

Moldeas el futuro

niñas felices La labor de una madre es la más importante que existe. Si dudas de ello, haz un simple sondeo: pregunta a varias personas quién ejerció la mayor influencia en ellas durante su niñez. Da igual que consultes a gente humilde o importante. La respuesta más frecuente será: «Mi madre».

Las madres de hoy en día -incluida tú- configuran el mundo del mañana. Cuando tus hijos crezcan, cambiarán el mundo. Puede que no ejerzan influencia en el mundo entero, pero sí en el mundo que los rodea, para bien o para mal. Es tu obligación conducir a tus hijos por buen camino.

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Los niños no nacen conociendo las virtudes. Tienen que aprenderlas.

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Para ser virtuoso, como para tantas otras cosas en la vida, hace falta mucha práctica. Cuando nos ejercitamos constantemente en las virtudes contribuimos a que echen raíces. Con el tiempo se convierten en algo natural; se vuelven parte de la personalidad.

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La familia es la escuela primera y más importante de moral. Es en el hogar donde el niño llega a conocer el bien y el mal mediante la formación y los cuidados protectores de quienes más lo quieren. Los maestros deben ser aliados en la empresa, pero no pueden ser sustitutos. Las escuelas no pueden reemplazar a los padres en la crucial tarea de moldear el carácter del joven.

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Enseñe a sus hijos a interesarse mucho en el bien.

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«Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él».
(Proverbios 22:6)

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Quizá te consideras insignificante en la vastedad del universo, pero estás creando el mundo en el que vivirán los niños del mañana. Cada decisión que tomas va forjando el legado que les dejaremos.

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Los niños de hoy son los líderes del mañana. La formación que los padres dan a sus hijos determina el futuro del mundo.

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Invierte en tus hijos: dedícales tiempo y atención, entrégales amor, pues ellos son el futuro.

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Lo que enseñas a un niño, con palabras o con actos, queda en él grabado eternamente.

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Haz hincapié en brindar a tus hijos la formación equilibrada que necesitan y merecen durante su infancia y juventud.

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Si das buen ejemplo a tus hijos en sus años formativos, forjarás con ellos lazos inquebrantables de amor y respeto; y cuando lleguen a adultos, te enorgullecerás de ellos.

Para una Madre Soltera

                                                                         Soy tu pastor

Hace falta mucho amor y generosidad para criar a una niña, y más cuando lo haces sola. Hay días en que te parece que es más de lo que puedes sobrellevar, que no puedes hacer las veces de madre y padre para ella. No obstante, sigues adelante, y eso me enorgullece.

Un día te alegrarás mucho de no haberte dado por vencida, de no haber dejado de amarla e instruirla lo mejor que podías. Cuando tu hija se haga mayor, al volver la vista atrás y recordar todo el amor y los cuidados que le prodigaste se sentirá muy agradecida y orgullosa de haber tenido una madre como tú.

Sé que además es difícil ser la principal fuente de sustento de tu familia. Quiero ayudarte y velar por ti. ¿Has leído el Salmo que dice: «El Señor es mi pastor, nada me faltará»? No quiero que te falte nada. Si oras y me pides ayuda, te indicaré qué hacer para pagar las cuentas y  me  aseguraré  de  que  tú  y tu hija tengan satisfechas sus necesidades.

Alguien en quien apoyarte

Los niños son una bendición enviada por mí. Cada uno de ellos es un reflejo especial de Mi amor. Nunca son un error. Yo los creo con amor y se los encomiendo a madres como tú, para que los amen y velen por ellos.

Has dado muchísimo de ti para cuidar de tus retoños y sigues haciéndolo. Quiero que sepas que veo y valoro todo lo que haces. Y quiero que sepas también que estoy a tu lado para ayudarte.

En muchas ocasiones no te sientes capaz de ser madre; pero si acudes a Mí, te lo haré más fácil. Es una tarea titánica, sobre todo cuando tienes que hacerla sola; pero Yo te ayudaré a superar los momentos difíciles. Te daré todo el amor y la paciencia que necesitas. Te concederé toda la sabiduría y comprensión que te hacen falta. Seré tu media naranja, alguien en quien apoyarte. Te ayudaré a tomar las decisiones difíciles.

Quiero formar parte de tu familia. En tu casa quiero ser el cabeza de familia. No tienes que sacar adelante a tus hijos sola. Estoy contigo para asistirte.

De que esta hecho un padre

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Un hogar amoroso.

hogar El amor tiene poder creativo. En una familia, el amor obra su magia propiciando actos de generosidad y ayudando a cada miembro a ver a los demás con buenos ojos. Todas las personas anhelan sentirse comprendidas, aceptadas y queridas por lo que son. El hogar es un ámbito que Dios ha creado donde se puede vivir así.

Naturalmente, hay cosas que en un hogar obran en contra del amor. Son los enemigos del amor, si se quiere. Por ejemplo, los desacuerdos entre padres e hijos y entre hermanos. Sin embargo, hay lacras más sutiles y, por ende, más peligrosas: el egoísmo, la pereza, la indiferencia, las críticas, los regaños, el desprecio, los pensamientos y comentarios negativos sobre los demás… Y hay otras. Los conflictos suelen iniciarse con incidentes pequeños y aparentemente inocuos: una excusa para no prestar ayuda, una discusión por una tontería, unas palabritas irónicas y denigrantes. Pero si no reconoces que el amor y la unidad de la familia están en juego, esas faltas se van arraigando hasta convertirse en malos hábitos que a la larga perjudican gravemente a todos.

No basta con salir del paso enviando a las partes en conflicto cada una a su rincón, o silenciando al irónico, o presionando al haragán para que dé una mano. Eso es atacar los síntomas, no la raíz del problema, que es la falta de amor. Lo único que cura la falta de amor es el amor mismo. Por eso, pide a Dios que lleve más amor a tu hogar. Entonces cultivar ese afecto por medio de pensamientos, palabras y acciones que lo manifiesten.

                                                                                 ***

Los niños recuerdan con mucha claridad, y los afectan de forma muy directa las actitudes de los padres, la manera en que estos los perciben y lo que piensan de ellos. Por eso, si constantemente se expresa fe con las palabras y se dicen cosas positivas del hijo, tanto ante él como ante los demás, y si se piensan cosas positivas de él, el efecto será bueno y positivo porque le infundirá fe y se ajustará más al concepto que se tiene de él y lo que se espera de él. En cambio, si se piensa o habla mal de él, ya sea de forma directa o indirecta, terminará teniendo un concepto negativo de sí mismo, no podrá ser feliz, se socavará su autoestima, se dificultará su desempeño y afectará la forma en que se vea a sí mismo. La fe engendra fe; las actitudes positivas fomentan más actitudes positivas tanto en uno mismo como en quienes lo rodean. Para que se manifiesten las mejores cualidades de una persona hay que tener fe en ella.

36 segundos...



Daniel y yo vivimos con nuestros cuatro hijos en el décimo tercer piso de un edificio en la ciudad de Taichung, en Taiwán. Huelga decir que el ascensor forma parte de nuestra vida cotidiana.

Había sido un típico día ajetreado. Había dedicado la mayor parte de mi tiempo y energías a entretener a los niños, darles de comer y evitar riñas entre ellos. Habíamos salido todos juntos —ni siquiera recuerdo para qué— y ya regresábamos a casa. Entramos al ascensor vacío, y uno de los niños apretó el botón. Se encendió el número 13 en el panel, y las puertas se cerraron.

—Niños, mamá y yo tenemos un importante anuncio — declaró mi marido en un tono que captó enseguida la atención de todos.

Yo no tenía ni idea de lo que iba a decir. Daniel es una persona espontánea. Siempre saca sorpresas de la manga, y nunca se sabe qué esperar de él. Por impulso, decidí enseguida acoplarme a su iniciativa y puse mi brazo en el suyo para agregar autoridad a lo que fuera a decir.

—Mamá y yo queremos que sepan que al cabo de catorce años de matrimonio todavía estamos total y absolutamente enamorados. Entonces se volvió hacia mí y me besó como novio en ceremonia nupcial.

Aquel gesto me tomó completamente desprevenida.

Los niños se rieron un poco y luego preguntaron: —Y ¿por qué ese anuncio es tan importante?

Daniel respondió que con tantos conflictos matrimoniales y tantos divorcios como hay hoy en día en el mundo, los niños necesitan saber que sus padres se aman. En ese momento miró a nuestro hijo a los ojos y le dijo: —El día de mañana, cuando te cases, debes tratar bien a tu mujer.

El timbre anunció el arribo al piso trece, y se abrieron las puertas del ascensor. Cuando entramos al departamento, los niños seguían chachareando y riéndose. Daniel y yo nos retiramos a nuestra habitación para disfrutar de unos momentos íntimos.

En los 36 segundos transcurridos entre la planta baja y el piso 13, Daniel nos unió como familia, nos hizo sonreír, le pasó a nuestro hijo una enseñanza para toda la vida e hizo que yo me sintiera de maravilla de pies a cabeza.  


Gentileza de la revista Conectate. Usado con permiso.